Jueves 6 de noviembre de 2025. Lenapehoking (Ciudad de Nueva York) – El martes 4 de noviembre de 2025, fue la elección general, el alcalde electo de la ciudad de Nueva York, Zohran Kwame Mamdani (socialista democráta y miembro del Partido Demócrata), pronunció un discurso de victoria tras derrotar al sionista, corrupto, acosador de mujeres Andrew Cuomo (candidato independiente, pero miembro del Partido Demócrata), Curtis Sliwa (candidato por el Partido Republicano), los sionistas Donald Trump y Elon Musk (apoyaban a Andrew Cuomo), multimillonarios, sionistas, racistas, supremacistas blancos, islamófobos.
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Discurso de victoria de Zohran Mamdani
Gracias amigos, gracias amigas.
Puede que el sol se haya puesto sobre nuestra ciudad esta tarde, pero como dijo una vez Eugene Debs: “Puedo ver el amanecer de un día mejor para la humanidad”.
Desde que tenemos memoria, las personas trabajadoras de Nueva York han escuchado a los ricos y a los influyentes decirles que el poder no les pertenece.
Dedos magullados por levantar cajas en el almacén, palmas con callos por el manillar de las bicicletas de reparto, nudillos marcados por quemaduras de cocina: estas no son manos a las que se les haya permitido ostentar el poder. Y, sin embargo, durante los últimos 12 meses, ustedes se han atrevido a aspirar a algo más grande.
Esta noche, contra todo pronóstico, lo hemos logrado. El futuro está en nuestras manos. Amigos, amigas, hemos derrocado una dinastía política.
Le deseo a Andrew Cuomo todo lo mejor en su vida privada. Pero que esta noche sea la última vez que pronuncie su nombre, al pasar página a una política que abandona a la mayoría y solo responde a unos pocos. Nueva York, esta noche han cumplido. Un mandato de cambio. Un mandato para un nuevo tipo de política. Un mandato para una ciudad asequible para todas, todos. Y un mandato para un gobierno que cumpla precisamente con eso.
El 1 de enero, juraré mi cargo como alcalde de la ciudad de Nueva York. Y eso es gracias a ustedes. Así que, antes de decir nada más, debo decir esto: gracias. Gracias a la próxima generación de personas neoyorquinas que se niegan a aceptar que la promesa de un futuro mejor sea una reliquia del pasado.
Han demostrado que cuando la política les habla sin condescendencia, podemos inaugurar una nueva era de liderazgo. Lucharemos por ustedes, porque somos ustedes.
O, como decimos en Steinway, ana minkum wa alaikum (somos de ustedes y para ustedes).
Gracias a quienes a menudo son olvidados por la política de nuestra ciudad, quienes hicieron suyo este movimiento. Me refiero a los dueños de bodegas yemeníes y a las abuelas mexicanas. A los taxistas senegaleses y a las enfermeras uzbekas. A los cocineros trinitenses y a las tías etíopes. Sí, a las tías.
A cada persona neoyorquina en Kensington, Midwood y Hunts Point, sepan esto: esta ciudad es su ciudad, y esta democracia también es suya. Esta campaña es sobre personas como Wesley, un organizador del sindicato 1199 que conocí frente al hospital Elmhurst el jueves por la noche. Un neoyorquino que vive en otro lugar, que viaja dos horas de ida y dos de vuelta desde Pensilvania porque el alquiler es demasiado caro en esta ciudad.
Es sobre personas como la mujer que conocí en el autobús Bx33 hace años, que me dijo: “Antes me encantaba Nueva York, pero ahora es solo donde vivo”. Y es sobre personas como Richard, el taxista con quien hice una huelga de hambre de 15 días frente al Ayuntamiento, que todavía tiene que conducir su taxi siete días a la semana. Hermano, ahora estamos en el Ayuntamiento.
Esta victoria es para todos ellos. Y es para todos ustedes, las más de 100,000 personas voluntarias que convirtieron esta campaña en una fuerza imparable. Gracias a ustedes, haremos de esta ciudad un lugar que la gente trabajadora pueda amar y donde pueda vivir de nuevo. Con cada puerta que tocaron, cada firma que consiguieron y cada conversación que mantuvieron con tanto esfuerzo, erosionaron el cinismo que ha llegado a definir nuestra política.
Ahora, sé que les he pedido mucho durante este último año. Una y otra vez, han respondido a mis llamados, pero tengo una última petición. Ciudad de Nueva York, disfruten este momento. Hemos contenido la respiración durante más tiempo del que imaginamos.
Lo hemos aguantado anticipando la derrota, lo hemos aguantado porque nos han quitado el aliento incontables veces, lo hemos aguantado porque no podíamos permitirnos exhalar. Gracias a todos los que se sacrificaron tanto. Estamos respirando el aire de una ciudad que ha renacido.
A mi equipo de campaña, que creyó cuando nadie más lo hizo y que tomó un proyecto electoral y lo convirtió en mucho más: nunca podré expresar la profundidad de mi gratitud. Ahora pueden dormir.
A mis padres, mamá y papá: Ustedes me han convertido en el hombre que soy hoy. Estoy muy orgulloso de ser su hijo. Y a mi increíble esposa, Rama, hayati: No hay nadie con quien prefiera estar a mi lado en este momento, y en cada momento.
A todas las personas neoyorquinas, ya sea que votaron por mí, por alguno de mis oponentes o que se sintieron demasiado decepcionados por la política como para votar: gracias por la oportunidad de demostrar que soy digno de su confianza. Me levantaré cada mañana con un único propósito: hacer de esta ciudad un lugar mejor para ustedes que el día anterior.
Hay muchos que pensaron que este día nunca llegaría, que temían que estuviéramos condenados a un futuro de escasez, con cada elección condenándonos simplemente a más de lo mismo.
Y hay quienes ven la política actual como demasiado cruel para que la llama de la esperanza siga ardiendo. Nueva York, hemos respondido a esos temores.
Esta noche hemos hablado con una voz clara. La esperanza está viva. La esperanza es una decisión que decenas de miles de personas neoyorquinas tomaron día tras día, turno tras turno de voluntariado, a pesar de los constantes ataques publicitarios. Más de un millón de nosotros nos reunimos en nuestras iglesias, gimnasios y centros comunitarios para ejercer nuestro derecho al voto.
Y aunque votamos individualmente, elegimos la esperanza juntos. Esperanza sobre la tiranía. Esperanza sobre el poder del dinero y las ideas mezquinas. Esperanza sobre la desesperación. Ganamos porque los neoyorquinos se permitieron soñar con que lo imposible podía hacerse posible. Y ganamos porque insistimos en que la política ya no sería algo que se nos impone. Ahora, es algo que hacemos nosotros.
De pie ante ustedes, recuerdo las palabras de Jawaharlal Nehru: “Llega un momento, aunque rara vez en la historia, en que pasamos de lo viejo a lo nuevo, cuando termina una era y el alma de una nación, largamente reprimida, encuentra su voz”.
Esta noche hemos pasado de lo viejo a lo nuevo. Así que hablemos ahora, con una claridad y convicción inconfundibles, sobre lo que esta nueva era nos deparará y para quién.
Esta será una era en la que las personas neoyorquinas esperarán de sus líderes una visión audaz de lo que lograremos, en lugar de una lista de excusas por lo que somos demasiado tímidos para intentar. Un elemento central de esa visión será la agenda más ambiciosa para abordar la crisis del costo de vida que esta ciudad ha visto desde los tiempos de Fiorello La Guardia: una agenda que congelará los alquileres para más de 2 millones de inquilinos con renta estabilizada, hará que los autobuses sean rápidos y gratuitos, y brindará cuidado infantil universal en toda nuestra ciudad.
Dentro de unos años, que nuestro único arrepentimiento sea que este día tardó tanto en llegar. Esta nueva era será de mejora constante. Contrataremos a miles de maestros más. Eliminaremos el despilfarro de una burocracia inflada. Trabajaremos incansablemente para que las luces vuelvan a brillar en los pasillos de los complejos de viviendas de NYCHA donde han estado parpadeando durante mucho tiempo.
La seguridad y la justicia irán de la mano mientras trabajamos con los agentes de policía para reducir la delincuencia y creamos un departamento de seguridad comunitaria que aborde de frente las crisis de salud mental y de personas sin hogar. La excelencia se convertirá en la norma en todo el gobierno, no en la excepción. En esta nueva era que construimos para nosotros mismos, nos negaremos a permitir que quienes fomentan la división y el odio nos enfrenten unos contra otros.
En este momento de oscuridad política, Nueva York será la luz. Aquí, creemos en defender a quienes amamos, ya seas un inmigrante, un miembro de la comunidad trans, una de las muchas mujeres Negras que Donald Trump despidió de un trabajo federal, una madre soltera que aún espera que baje el precio de los alimentos, o cualquier otra persona que se encuentre en una situación desesperada. Tu lucha también es la nuestra.
Y construiremos un Ayuntamiento que se mantenga firme junto a las personas neoyorquinas judías y que no flaquee en la lucha contra el flagelo del antisemitismo. Donde el más de un millón de musulmanes sepan que pertenecen a esta ciudad, no solo en los cinco municipios, sino también en los centros de poder.
Nueva York dejará de ser una ciudad donde se pueda traficar con la islamofobia y ganar unas elecciones. Esta nueva era se definirá por una competencia y una compasión que durante demasiado tiempo se han considerado incompatibles. Demostraremos que no hay problema demasiado grande para que el gobierno lo resuelva, ni preocupación demasiado pequeña para que no le importe.
Durante años, quienes han estado en el Ayuntamiento solo han ayudado a quienes podían ayudarles a ellos. Pero el 1 de enero, inauguraremos un gobierno municipal que ayude a todas y todos.
Sé que muchos solo han escuchado nuestro mensaje a través del prisma de la desinformación. Se han gastado decenas de millones de dólares para distorsionar la realidad y convencer a nuestros vecinos de que esta nueva era es algo que debería asustarlos. Como tantas veces ha ocurrido, la clase multimillonaria ha intentado convencer a quienes ganan 30 dólares la hora de que sus enemigos son quienes ganan 20 dólares la hora.
Quieren que la gente luche entre sí para que nos distraigamos de la tarea de reconstruir un sistema que lleva mucho tiempo roto. Nos negamos a que sigan dictando las reglas del juego. Tendrán que jugar con las mismas reglas que el resto de nosotros.
Juntos, daremos paso a una generación de cambio. Y si abrazamos este nuevo y valiente camino, en lugar de huir de él, podremos responder a la oligarquía y al autoritarismo con la fuerza que temen, no con la complacencia que anhelan.
Después de todo, si alguien puede mostrarle a una nación traicionada por Donald Trump cómo derrotarlo, es la ciudad que lo vio nacer. Y si hay alguna manera de aterrorizar a un déspota, es desmantelando las mismas condiciones que le permitieron acumular poder.
Así es como detendremos a Trump; y así es como detendremos al próximo. Así que, Donald Trump, como sé que nos estás viendo, tengo cuatro palabras para ti: Sube el volumen.
Exigiremos responsabilidades a los propietarios abusivos porque los Donald Trump de nuestra ciudad se han sentido demasiado cómodos aprovechándose de sus inquilinos. Pondremos fin a la cultura de corrupción que ha permitido a multimillonarios como Trump evadir impuestos y explotar las exenciones fiscales. Apoyaremos a los sindicatos y ampliaremos las protecciones laborales porque sabemos, al igual que Donald Trump, que cuando los trabajadores tienen derechos inquebrantables, los jefes que buscan explotarlos se vuelven insignificantes.
Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, liderada por un inmigrante.
Así que escúcheme bien, presidente Trump, cuando le digo esto: para llegar a cualquiera de nosotros, tendrá que pasar por encima de todos nosotros. Cuando entremos al Ayuntamiento en 58 días, las expectativas serán altas. Y las cumpliremos. Un gran neoyorquino dijo una vez que, si bien se hace campaña con poesía, se gobierna con prosa.
Si eso debe ser cierto, que la prosa que escribamos siga rimando, y construyamos una ciudad brillante para todos. Y debemos trazar un nuevo camino, tan audaz como el que ya hemos recorrido. Después de todo, la sabiduría convencional diría que estoy lejos de ser el candidato perfecto.
Soy joven, a pesar de mis mejores esfuerzos por envejecer. Soy musulmán. Soy un socialista democrático. Y lo más grave de todo, me niego a disculparme por nada de esto.
Y sin embargo, si esta noche nos enseña algo, es que la convención nos ha frenado. Nos hemos inclinado ante el altar de la cautela, y hemos pagado un precio muy alto. Demasiados trabajadores no se reconocen en nuestro partido, y demasiados de nosotros han buscado respuestas en la derecha sobre por qué se han quedado atrás.
Dejaremos la mediocridad en el pasado. Ya no tendremos que abrir un libro de historia para demostrar que los demócratas pueden atreverse a ser grandes.
Nuestra grandeza no será abstracta. La sentirán todos los inquilinos con alquileres regulados que se despierten el primer día de cada mes sabiendo que el monto que van a pagar no ha subido desde el mes anterior. La sentirán todos los abuelos que pueden permitirse quedarse en la casa por la que tanto han trabajado, y cuyos nietos viven cerca porque el costo del cuidado infantil no los obligó a mudarse a Long Island.
La sentirá la madre soltera que viaja segura en el transporte público y cuyo autobús es lo suficientemente rápido como para que no tenga que apurarse para dejar a sus hijos en la escuela y llegar a tiempo al trabajo. Y la sentirán los neoyorquinos cuando abran sus periódicos por la mañana y lean titulares de éxito, no de escándalo.
Sobre todo, la sentirá cada persona neoyorquina cuando la ciudad que ama finalmente le corresponda ese amor.
Juntos, Nueva York, vamos a congelar los alquileres; juntos, Nueva York, vamos a hacer que los autobuses sean rápidos y gratuitos; juntos, Nueva York, vamos a ofrecer cuidado infantil universal.
Que las palabras que hemos pronunciado juntos, los sueños que hemos soñado juntos, se conviertan en la agenda que implementaremos juntos. Nueva York, este poder es de ustedes. Esta ciudad les pertenece.
Gracias.
Click here for the full transcript of Zohran Mamdani’s victory speech after being elected NYC mayor.
No soy traductor profesional. La traducción la realicé con la ayuda de un traductor digital.
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